
Allí, trabajan cada día Amaro Rodríguez, de 38 años, y su tía Catalina González, de 77 años. Esta última es biznieta de los fundadores, pero ella sólo recuerda los nombres de sus abuelos, Juan Rodríguez y María Alemán. A partir de ahí, el horno, que ha servido para alimentar a la mayor parte de la población sureña, ha pasado de generación en generación hasta llegar hace trece años a manos de Amaro, el único de los sobrinos de Catalina que decide ser panadero.
Catalina González es la maestra. Amable y muy sabia en estos menesteres, asegura que se crió entre levadura y olor a pan recién tostado. "Recuerdo que con siete años ayudaba a mi madre a poner el pan en la cesta y todavía sigo aquí, la panadería es mi vida", asegura mientras hace bizcocho.
Lina, como la conocen en Ingenio, está orgullosa de que, al no tener hijos, su sobrino Amaro siguiese la tradición, pero al mismo tiempo sabe que "se trata de un trabajo muy sacrificado". Eso lo comprobó el joven los primeros años en la panadería. "Comenzaba a trabajar a las once de la noche y acababa a las doce del día siguiente, comía y dormía todo el día, así los tres primeros años".
Ahora, Amaro González tiene a dos personas que le ayudan a repartir el pan, a pesar de eso el madrugón lo experimenta cada mañana. Su mujer, Marianela, y su hija Idaira de seis años le apoyan para que continúe con la panadería, que es ya un símbolo en Ingenio.
Amaro comenta que "por lo que me ha contado mi familia este horno lo alquilaban los vecinos, cargaban los burros de pan y lo repartían por el pueblo. Hasta que pasados los años se fueron montando las panaderías. Se puede decir que por este horno han pasado todos los panaderos que hoy en día tienen su negocio en la zona".
Lina, a sus 77 años, dice encontrarse fuerte para seguir haciendo pan. "No sé si la tradición continuará, pero yo estaré aquí hasta que tenga fuerzas".
Por su parte, Amaro asegura que "me gustaría que mi hija estudiase una carrera, esto es muy sacrificado, pero lo cierto es que le encanta estar aquí conmigo por las tardes. Quién sabe".
(c) LaProvincia.es
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