
Entre los años de 1700 y 1850 los lugareños bajo las órdenes de los “terratenientes obispales”, optaron por levantar grandes y anchos muros (entre 80 y 120 centímetros) a base de piedra viva, revestida con arena gruesa, picón fino volcánico y abundante cal al objeto de servir de muro de contención a las frecuentes crecidas del agua en el citado barranco por las lluvias invernales, protegiendo así las escasas zonas terreras de regadío y plantaciones ubicadas en las postrimerías del cauce del citado barranco.

En la actualidad esta semi-desértica zona, protegida por sus humedades, conserva millares de plantas autóctonas, tales como las tabaibas, veroles, balos, tuneras y otras plantas endémicas, aparte de cañaverales, pinos-cipreses y palmeras, donde ofrece a la vista de los isleños y millares de turistas que nos visitan a través de sus itinerarios, esplendidas vistas panorámicas, con ocasión de la apertura de la circunvalación Carrizal-Ingenio-Agüímes. La perdida de sus ricos afluentes y manantiales de aguas y del 90% de su vegetación, fueron debidas a las extracciones masivas de su rico elemento por la abertura de innumerables pozos que fueron sacadas por las grandes maquinarias-diésel, donde posteriormente se fueron secando poco a poco, no solo éste vergel del barranco de los Aromeros, sino también de su otro cercano barranco de Guayadeque.
Los inventos del hombre para el progreso a principios del pasado siglo XX, para beneficios de aguatenientes y terratenientes, dejaron en estos dos barrancos las huellas de las canalizaciones, embalses-estanques, paredes y murallas y tierras de labranzas completamente desnudas, incluido numerosas casas-máquinas, en estado de abandono, y ahora para colmo de males, escasea de las entrañas de la tierra, la valiosas aguas subterráneas y en la superficie las aguas de lluvias, excepto la de las altas tecnologías con las aguas desaladas y depuradas ¡vivir para ver!
(c) Antonio Estupiñán Sánchez - RevistaTara.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario